“LA HUMILDAD”
Texto: ROMANOS 12:3 “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”
Introducción:
¿Qué es la humildad? La Palabra humildad está asociada a la palabra latina “humus” = tierra. Es decir, nos habla acerca de reconocer nuestros propios talentos, pero también nuestras limitaciones, y aceptar simplemente que tenemos virtudes y defectos. Ser humildes es básicamente conocernos a nosotros mismos, tal como Dios nos conoce.
Así le ocurrió a una hormiga que viajaba cómodamente en el lomo de un gran elefante. De repente, tuvieron que atravesar un peligroso puente colgante. A medida que avanzaban, el puente más se movía y el temor de que se rompiese y cayeran al vacío aumentaba. Al llegar al otro lado, la hormiga suspiró profundamente y exclamó: -¡Uff! ¡Cómo movimos el puente al cruzar!- Dicho esto, y esbozando una sonrisa, el elefante le explicó la importancia de la humildad. A nosotros también nos puede ocurrir que no le demos la gloria debida a Dios, pensando que fuimos solo nosotros los artífices de los logros obtenidos.
¿Qué tienes que no hayas recibido? ¡Lo que tienes es porque Dios te lo ha dado primero! Todo lo bueno que disfrutas hoy es porque lo has recibido de parte de Dios.
¡Tenemos muchos preciosos textos de la Biblia por delante! Sería bueno repartir su lectura entre todos. Y busquemos aplicarlos a nuestra vida cotidiana.
EL SIGNIFICADO PRÁCTICO DE LA HUMILDAD
- Debemos ser humildes delante de Dios.
- El humilde reconoce la distancia que hay entre la grandeza y la santidad de Dios; y su propia vida. Por eso Dios bendice al humilde (Santiago 4:10; Proverbios 22:4; 1 Pedro 5:6; 2 Crónicas 7:14; Isaías 66:2).
- El humilde reconoce que todo lo bueno que tiene en su vida es dado por Dios, y por eso le da a él toda la gloria y no se envanece (1 Corintios 4:7). Recordemos la ilustración de la hormiga.
En este punto, cada integrante puede compartir una experiencia donde se haya sentido como la hormiga.
- El humilde se somete al Señorío de Cristo y le obedece (Filipenses 2:5-11, nos dice que hemos doblado nuestras rodillas ante el Señor, para reconocerlo y
obedecerle). Recordemos que el humilde y manso, lleva el yugo de Jesús y se deja enseñar por Dios siguiendo el modelo de Jesús. La persona humilde es enseñable.
- El humilde es sensible y se arrepiente delante de Dios de sus pecados, reconoce sin orgullo ni excusas que simplemente le ha fallado al Señor. ¡Y Él nos perdona! (1 Juan 1:8-9).
- Debemos ser humildes para con nuestro prójimo.
- El humilde es alguien perdonador. Porque se sabe imperfecto, no demanda perfección en los demás. Y por lo tanto, sabe perdonar (Efesios 4:32).
¿Todavía hay alguien a quien no has perdonado?
- El humilde sabe reconocer su falta delante de los demás y pide perdón por sus errores. ¿Cuándo fue la última vez que reconociste un error y pediste perdón en tu familia?
- El humilde sabe trabajar en equipo. Valora las cualidades y virtudes de los demás. Conoce sus limitaciones y siempre busca aprender de los demás (1 Corintios
12:13-22).
Es un buen momento para declarar por orden y en voz alta, el aspecto más positivo que destacás de la persona que tenés a tu derecha y lo que has aprendido de ella.
- El humilde es obediente a las autoridades delegadas puestas por Dios (Romanos 13:1-2; Hebreos 13:17).
¿Por qué el Señor nos enseña estos principios? ¿Cuál es la importancia de estar en unidad transparente y sincera a nuestras autoridades?
- El humilde es servicial y está dispuesto a hacer aún lo que otros no quieren hacer (Juan 13:1-15).
¿Qué es lo que te gusta hacer para Dios? ¿Estás viendo alguna necesidad en la iglesia donde podrías aportar de tu tiempo y dedicación?
- El humilde no busca exaltarse, y en cambio está dispuesto a honrar a los demás (Lucas 14:8-11).
Contanos una experiencia donde hayas honrado a alguien.
Conclusión:
Jesús nos dejó el perfecto modelo de la humildad. ¡Caminemos en sus pisadas y recibiremos la bendición y la recompensa del Padre!